lunes, 2 de febrero de 2015

El cuadrilátero del tiempo: alguna precisión sobre la didáctica de la Historia

Bienvenidos al espacio en el cual estudiantes de la Licenciatura en Psicopedagogía de la UPAV, muestran parte de su pensamiento, ideas, reflexiones en torno al campo de la Psicopedagogía.


EL CUADRILATERO DEL TIEMPO: ALGUNA PRECISION SOBRE LA
DIDACTICA DE LA HISTORIA 
La Didattica. Nº 1, Bari-Italy, settembre 1.994. 
Traducción Dr. Mario Sette.
Ivo Mattozzi**


La Didáctica de la Historia estudia las operaciones que están en juego cuando se adquieren los conocimientos históricos y cuando se aprende a usarlos y a hacer investigaciones alrededor de las cuestiones que se le presentan a quién enseña métodos y conocimientos. Por eso, la didáctica de la historia se puede colocar al centro del cuadrilátero en cuyos vértices encontramos el saber histórico-el docente-el estudiante-los instrumentos, y dirige la atención a las preguntas fundamentales relativas a cada uno de los términos y a cada una de las relaciones que se pueden establecer entre ellos.

La pregunta directiva de la investigación didáctica relativa al saber histórico puede formularse como sigue:

sobre el saber histórico :
Cuál es el sentido social asignado a la actividad historiográfica y al saber histórico; cuál es el sentido que se puede atribuir al enseñar historia o al divulgar la historia o al estudiarla; cuáles son los caracteres estructurales de un conocimiento histórico o del sistema de saber de interés para la enseñanza; cómo se realiza la configuración del saber enseñado a partir del saber experto; cuáles fines asignar a la enseñanza de la historia en los distintos niveles escolares; cuál parte puede asumir el uso de las fuentes de la enseñanza de la historia; cuáles partes y funciones puede tener la investigación histórico-didáctica; de qué manera se forma el conocimiento histórico; en qué modo el enseñar y el aprender historia contribuye a la formación y desarrollo de los valores cívicos; cuáles son las maneras de comunicación historiográfica eficientes en la enseñanza; cuáles diferentes funciones formativas se pueden asignar a los diferentes géneros historiográficos; cuál es la relación entre valores y saber históricos...;

a propósito del docente:
Cuáles son las competencias metodológicas e históricas necesarias a las diferentes figuras profesionales que se encargan de la "transmisión" del saber histórico; cuáles son los modelos para poner al día la enseñanza de la historia...;

a propósito del estudiante:
Cuáles son los mecanismos de la adquisición del conocimiento histórico que un sujeto tiene a disposición; cómo se forman las motivaciones para el estudio de la historia; cuál uso se puede hacer de los conocimientos extraescolares; cuáles son las estructuras cognitivas interesadas por el estudio de la historia; de qué manera la afectividad de los estudiantes interviene en los mecanismos de aprendizaje de la historia...;

de los instrumentos de la enseñanza y del aprendizaje:
Cuáles son los caracteres estructurales de los manuales; cuál tiene que ser la elaboración de los instrumentos de comunicación (textos, dossiers de fuentes, muestras, exposiciones, e hipertextos, documentos visuales...) para resultar convenientes; cuáles actividades y cuáles materiales se pueden utilizar para la enseñanza de la historia mediante fuentes de museos (arqueológicas, iconográficas, de cultura material, etnográficas, tecnológicas...); cómo se utilizan los materiales audiovisuales; cómo se utiliza la pizarra normal y aquella luminosa; cuáles son las características de un laboratorio de historia; cuáles son las características de un laboratorio de didáctica de la historia; como se construyen hipertextos de historia; cómo se utiliza la computadora en la didáctica...;

sobre las relaciones entre los términos de la mediación didáctica:
Cuáles operaciones es conveniente que el docente organice para los alumnos; cuáles son los caracteres que tiene que asumir la mediación didáctica... cómo se puede modificar la relación entre el sujeto y el objeto historiográfico, de qué manera el estudio de la historia puede influir sobre la afectividad de quién la aprende; de qué manera su estructura puede ser agente de crecimiento y de desarrollo de la inteligencia; cuáles son los objetos y las maneras de la evaluación de los aprendizajes en historia; cómo se forman y desarrollan las conciencias metacognitivas (es decir aquellas que se refieren a los conocimientos relativos a las propias maneras de conocer, sobre los caracteres de los conocimientos adquiridos...); cuáles son las variables inherentes al ambiente, inherentes al docente, inherentes a los vínculos de programas y libros que hacen reproducible la innovación didáctica en la historia; cuáles son los criterios para la formulación de los programas de historia...

Para contestar a preguntas como ésta la investigación en didáctica de la historia tiene que constituir un campo disciplinario ca-paz de integrar los aportes de muchas discipli-nas, en primer lugar aquellos de la metodolo-gía de la investigación histórica y aquellos de la epistemología del conocimiento histórico.

El campo disciplinar de la didáctica de la historia.

Es un campo que se define en primer lugar por medio de la intersección de metodo-logía histórica y didáctica. La intersección modifica las características peculiares de cada una de las dos disciplinas.

La metodología analiza y representa los mecanismos de producción de los conocimientos históricos y entonces, por derecho, no tiene nada que decir de los procedimientos, de los instrumentos, de las modalidades, de las maneras por las cuales los conocimientos producidos son enseñados, transmitidos, divulgados, aprendidos.

La didáctica de la historia por sí misma podría limitarse a reflexionar sobre los acontecimientos de las relaciones escolares y podría contentarse con producir soluciones pragmáticas derivantes de las teorías pedagógicas generales.

En la intersección, por lo contrario, la didáctica da una particular curva a la reflexión metodológica. La cuestión principal se refiere a como utilizar los análisis de la metodología a los fines de los fundamentos teóricos de la didáctica de la historia. Por otra parte, la didáctica de la historia, teóricamente fundada, organiza el conocimiento del conocimiento histórico en función de su transmisión y puede hacer más precisos los límites de cuestiones fundamentales en metodología (aquellos de la forma de comunicación, aquello de la estructuración temporal, aquellos del uso social de la historia...).

Aquí están, entonces, las razones por las cuales la etiqueta "metodología y didáctica de la historia" que denomina una enseñanza comprendida en los programas universitarios, es preferible a la simple etique-ta "didáctica de la historia": la primera, mejor que la segunda, consigue hacer explícito el intrínseco y recíproco ligamen entre los dos sectores disciplinarios.

Además, el campo de la didáctica se define también gracias al aporte de la epistemología del conocimiento histórico (o teoría de la historiografía, que es la denominación corriente en el medio académico), de ella se interrelacionan maneras y resultados de las reflexiones sobre metodología de la investigación y sobre el análisis de la estructura de la disciplina y de los organizadores cognitivos que presiden, sea a la producción de los conocimientos, sea a la constitución de los textos historiográficos. Tal análisis es fundamental para la solución de los problemas relativos a la necesidad de reconfigurar el saber experto en saber ense-ñado y para definir los objetivos cognitivos.

Pero la investigación en didáctica de la historia no puede enfrentar sus tareas sino a condición de ponerse en relación con otros saberes, poniéndose en el horizonte de siste-mas de pensamiento ya elaborados como son las ciencias de la educación -en primer lugar, la psicología del aprendizaje -y la semiótica.

De la psicología del aprendizaje, la investigación en didáctica de la historia extrae los esquemas para estudiar la persona cognoscente como mente, como realidad afectiva, como trama de relaciones con el exterior.

A la ciencia de la educación, pide las teorías sobre lo que interesa a la programación, a la realización del curriculum, a la comunicación educativa, sobre la interacción verbal en clase, sobre los procedimientos y técnicas de la evaluación. Con la semiótica interrelaciona métodos de análisis de las estructuras de los discursos historiográficos.

La didáctica de la historia tiene la tarea de dirigir todos estos aportes a beneficio de las respuestas que hay que dar a los problemas que le son propios: de esta manera puede configurarse como un saber complejo que se ocupa de la transmisión del conocimiento histórico y de la formación de las estructuras específicas de pensamiento que lo producen. Este tiene por objeto la relación entre la organización del conocimiento histórico y los sujetos interesados en aprender y tiene que ser capaz de conjugar la complejidad teórica de una disciplina con el desarrollo del pensamiento en la mente que aprende.

La relación con la práctica didáctica
La investigación en didáctica de la historia recibe la linfa vital si se desarrolla en relación interactiva con la investigación en didáctica aplicada llevada a cabo por los docentes. La colaboración con grupos de cooperación educativa contribuye fuertemente al desarrollo de la investigación en didáctica de la historia porque la experiencia y la investigación de los docentes de la historia permiten enfocar problemas, verificar, corregir y hacer más claras y creíbles las hipótesis de trabajo. Permite además individualizar las condiciones de reproductibilidad de la innovación, de diagnosticar los obstáculos: subjetivos y sociales, perjudiciales a la difusión de nuevos métodos, de individualizar los medios para desarrollar la profesionalidad del docente para dirigir el trabajo en clase, los instrumentos didácticos, las relaciones con los estudiantes...

Gracias a la relación cooperativa con grupos de docentes, la didáctica de la historia se califica como el conjunto en el cual puede realizarse la producción de materiales didácticos innovadores.

La didáctica de la historia tiene un estatuto epistemológico
La vocación de la didáctica de la historia es así epistemológica, sea porque su conocimiento se ancla en una teoría del conocimiento, sea porque es un problema epistemológico aquello de la relación entre el conocimiento y el sujeto que aprende. El didacta estudia el conocimiento en relación con el pensamiento que lo produce y con el pensamiento que lo asume como instrumento del propio trabajo y elabora una conciencia de los problemas científicos relacionados con la teoría y la práctica de la formación histórica. Este estatuto es la mejor garantía de la dignidad teórica de la disciplina.

Transparencia del saber histórico y dignidad de la enseñanza de la historia
La investigación en didáctica de la historia ha sido golpeada por dos factores desanimantes: la sub-evaluación de los historiadores que la han considerado un desecho de investigación disciplinaria cientifícamente irrelevante; la mala reputación merecida por los empíricos que, produciendo instrumentos de enseñanza (textos y ejercicios manualísticos, subsidios de varios géneros, recetarios pragmáticos) abusan de la calificación didáctica para sus productos que no se relacionan con una actividad de investigación preventiva y no pueden referirse a fundamentos teóricos. En nombre de la didáctica se elaboraron simplificaciones salvajes gravemente nocivas del saber histórico o se entregan reelaboraciones de viejas teorías o recetas de prácticas de la enseñanza... Actualmente la doble maldición no tiene más razones de ser. Los estudiosos de didáctica de la historia han reelaborado un campo de investigación nuevo que se refiere a la relación entre el estatuto teórico de un conocimiento y la potencialidad de un pensamiento. Pueden ayudar a comprender los aspectos más difíciles de las disciplinas y tienen la tarea de hacer razonar sobre cómo determinados núcleos disciplinarios pueden contribuir al desarrollo del pensamiento.

Como desplaza los problemas de la metodología y de la epistemología de la historia a un plano cognitivo, la didáctica de la historia hace más transparentes los procesos mentales implicados en los procedimientos y en las operaciones de producción del conocimiento y tal transparencia es desventaja para la toma de conciencia metacognitiva de quién aprende y para la individualización de criterio de convalidación del conocimiento, sea experto sea enseñado. Por eso la didáctica de la historia, concebida según las características descritas, puede poner en movimiento un flujo de efectos formativos que incide, por rebote, sobre la misma producción del conocimiento histórico. Haciendo competentes y exigentes a los lectores de historia, mejorando la dotación intelectual de los que utilizan la forma mentis del historiador, dando la estructura de base mejor a los profesionales de la investigación histórica, individualizando los nudos del circuito producción-divulgación, la didáctica puede contribuir a crear las condiciones para un mejoramiento de los niveles cualitativos de la producción de la historiografía.

Por otra parte, puesto que la didáctica suministra a los docentes sea los instrumentos cognitivos y operativos convenientes a la gestión del saber, sea a la conciencia del método histórico en relación con la exigencia de la enseñanza, sea los modelos de proyectos y materiales didácticos, sea la sensibilidad por la interacción con la subjetividad estudiantil, ésta da a los docentes una gama de medios y de potencialidades formativas que puede estar a la base de menores insucesos, y sobretodo, de creatividad didáctica. Por estas razones, la didáctica, da fundamentos a la afirmación relativa a la utilidad de la enseñanza de la historia y confiere a la profesión del docente de historia una dignidad peculiar en el campo del saber histórico.



* Artículo publicado en revista La Didattica. Nº 1, Bari-Italy, settembre 1.994. Traducción Dr. Mario Sette.
** Profesor del Dpto. de Disciplina Histórica. Universidad de Bologna. Italia.

Historia o Didáctica de la Historia

Bienvenidos al espacio en el cual los estudiantes de la Licenciatura en Psicopedagogía de la UPAV, muestran parte de su pensamiento, ideas, reflexiones en torno al campo de la Psicopedagogía.



HISTORIA O DIDÁCTICA DE LA HISTORIA
Dra. Rita Marina Alvarez de Zayas*



A pesar de que se ha hablado bastante sobre aspectos epistemológicos de la Didáctica de la Historia (DH), vuelvo al tema porque considero que la existencia de problemas en la enseñanza de la historia y en la formación del Profesor de Historia y de Ciencias Sociales autoriza a mante-ner, por ahora, abierto el punto a la reflexión.

Las funciones de la DH conforman su derecho a que se le reconozca como una disciplina pedagógica independiente que tiene su objeto, su contenido y métodos propios.

La Pedagogía se define como la ciencia que trata sobre la educación en su sentido más amplio: enseñar y educar. Hoy día la Pedagogía se concibe como un sistema de ciencias pedagógicas: La Didáctica o Teoría de la Dirección del Proceso de Enseñanza, la Teoría de la Educación, la Didáctica de la Educación Especial, la Didáctica de la Educación Superior, las Didácticas Particulares, etc., en las que si bien cada una de ellas estudia una esfera particular de la realidad, tienen entre ellas nexos y vínculos esenciales y comunes que contribuyen a demostrar las leyes y regularidades objetivas de la instrucción y de la educación.

La DH es una ciencia pedagógica ya que el objeto que estudia es, como el de la Didáctica General, un proceso de carácter instructivo educativo, pero en el desarrollo de dicho proceso tiene lugar la asimilación, por parte de los alumnos de los conocimientos históricos, del aprendizaje de los procedimientos para aplicarlos a la práctica social, del desarrollo de sus potencialidades cognitivas y de la educación de actitudes que contribuyan a la formación de valores.

Esta función de la DH no se cumple únicamente por su carácter de ciencia pedagógica, sino además por un vínculo con la Historia. Los contenidos de la Ciencia Histórica constituyen el conjunto de acontecimientos, fenómenos y procesos de carácter económico, político, social y cultural que, como acción de los hombres y grupos sociales se dan de forma irrepetible en un contexto espacial y temporal determinados.

Con un enfoque científico, la Historia no sólo aporta el material descriptivo y variado de cada acontecimiento sino que establece sus interrelaciones regulares, revelando las causas, condiciones de su existencia y el carácter transitorio y evolutivo de los mismos. El propio contenido de la Historia ofrece las potencialidades de ser utilizado en la Escuela, pero la función instructiva-educativa de la asignatura (curriculum) no la da la primera (la ciencia histórica),ya que no dispone de los principios, regularidades y métodos para cumplir con dicha función.

Lo analizado hasta aquí nos plantea las particularidades distintivas entre la Historia como ciencia y como asignatura (curriculum escolar). La ciencia aspira a investigar la evolución histórica de la sociedad, los hechos, fenómenos, procesos, causas, regularidades, mientras que la asignatura Historia tiene como fin contribuir a la educación de los alumnos a través de la enseñanza de los contenidos históricos. El objeto de estudio de la Ciencia Histórica es el proceso histórico y el de la asignatura es el proceso mediante el cual el alumno asimila la Historia para educarse.

En el curso escolar de Historia se dan a conocer los hechos que se estudian por la Ciencia Histórica, pero a diferencia de esta última se seleccionan sólo los más importantes, aquellos que caracterizan los rasgos típicos de los fenómenos y épocas; aquellos que contribuyen a formar conceptos, ideas, habilidades y valores en los alumnos.

Para ello, en la asignatura Historia se tiene en cuenta las posibilidades cognoscitivas de los alumnos de acuerdo a su edad, motivos, etc. y junto a los conceptos históricos se presentan los de carácter educativo: políticos, jurídicos, ideológicos, éticos, estéticos, etc.

Por último, otro rasgo que distingue la Ciencia Historia de la asignatura es que así como tienen su campo de investigación particular, tienen sus métodos y procedimientos específicos. Los de la primera son los arqueológicos, de análisis de documentos, de archivos, testimonios, etc., y los de la segunda son la observación, la experimentación, entre otros, aunque como ciencias sociales que son ambas, también utilizan métodos y técnicas comunes.

La DH tiene por objetivo el enfoque, orientación y modo de solución de los problemas relativos a la enseñanza de la Historia, lo que se concreta en el curriculum de Historia.

El vínculo de la DH con la Historia no es formal. La naturaleza del contenido histórico determina las intenciones didácticas (objetivos), la habilidades que pueden desarrollar los alumnos y los valores que contribuirán a su formación, así como los métodos y medios de enseñanza a utilizar.

Por lo tanto, de lo que se trata no es de rivalizar entre la Didáctica de la Historia y la Historia, sino de comprender que la DH, siendo una ciencia pedagógica, se estructura gracias a la Historia, lo que la distingue de la Didáctica de la Geografía, o de la Matemática, por ejemplo. De ahí que, quien no conozca con profundidad el contenido y método histórico no puede ser un buen profesor de Historia. Ahora bien, no se es un buen profesor de Historia por conocer solamente la Historia, pues la determinación de qué conocimientos seleccionar, qué valores pueden ser "explotados", qué habilidades pueden ser desarrolladas, qué métodos son idóneos a esos conocimientos para que despierten el interés en los alumnos, qué fuentes son las convenientes, qué evaluación son útiles para comprobar los resultados en los alumnos y del propio proceso docente desarrollado, sólo se domina gracias al conocimiento y la experiencia didáctica.

Creo que esto ayudará a entender por qué el contenido de la DH no es únicamente el de los métodos de la enseñanza-aprendizaje, sino que se integra por los elementos siguientes: el contenido histórico, su enfoque filosófico y el basamento psicológico y sociológico que subyace en la acción educativa.

Este enfoque que doy a la DH le concede a esta ciencia un carácter sintetizador, esencial, integrador, que la eleva al nivel central en la formación del profesor y en su pensamiento, cuya ausencia e insuficiencia trae, por demás, serias dificultades, explicación que por falta de espacio dejamos pendiente hasta un próximo encuentro.



*Profesora del Instituto Pedagógico Latinoamericano y del Caribe (I.P.L.A.C.) y del Instituto Superior Pedagógico "E.J. Varona". La Habana - Cuba.

El Aprendizaje de las Ciencias Sociales y el Nuevo Diseño Curricular

Bienvenidos al espacio en el cual estudiantes de la Licenciatura en Psicopedagogía de la UPAV, muestran parte de su pensamiento, ideas, reflexiones en torno al campo de la Psicopedagogía.



EL APRENDIZAJE DE LAS CIENCIAS SOCIALES Y EL NUEVO DISEÑO CURRICULAR
Teoría y Didáctica de las Ciencias Sociales, Nº 4 (1999): 19-26
Elsy Rojas Parra* 





EL APRENDIZAJE DE LAS CIENCIAS SOCIALES
Y EL NUEVO DISEÑO CURRICULAR


RESUMEN
La recuperación colectiva de la Historia es el eje articulador del Proyecto Pedagógico de Aula que proponemos para revertir el ahistoricismo del venezolano. El mismo se sustenta, metodológicamente, en la investigación cualitativa de la Historia Regional y Local protagonizada por los alumnos y los profesores y por la comunidad en general, quienes, valiéndose del diálogo de saberes y de la intersubjetividad, interrogarán retrospectivamente su realidad contemporánea para descubrir y recuperar la esencia histórico-social.

Palabras Claves: Curriculum, Proyecto Pedagógico de Plantel, Recuperación Colectiva de la Historia.

ABSTRACT
The collective recuperation of History is the central idea of the Classroom Pedagogical Project we propose to overcome lack of historical awareness in Venezuelans. Methodologically, it is based on qualitative research into Regional and Local History carried out by students, teachers, and the community in general, who will retrospectively ask themselves about their contemporary reality in order to discover and recuperate the historic-social reality, through interchange of knowledge and subjectivity.

Key words. Lack of Historical Awareness, Curriculum, School Pedagogical Project, Collective Recuperation of History.

RÉSUMÉ
La recupération collective de l’Histoire est la pierre angulaire du Projet Pédagogique de Sale qu’on propose pour faire face au manque de conscience historique du Vénézuélien. Méthodologiquement, ce projet est fondé sur la recherche qualitative de l’Histoire Régionale el Locale menée par les étudiants et professeurs, et par la commaunuté en général, qui, en se servant de la relation entre connaissance et intersubjectivité, consulteront, retrospectivement, leur réalité contemporaine pour découvrir et récuperé l’essence historico-sociale. Mots Clès: Manque de Conscience Historique, Curriculum, Projet Pédagogique d’Ecole, Récuperation Collective de l’Histoire.


Durante las dos últimas décadas, científicos sociales venezolanos se han dedicado a discutir el problema de la enseñanza de las Ciencias Sociales. En eventos académicos como los Congresos Nacionales de Historia Regional y Local, en las Jornadas de Investigación y Docencia en la Ciencia de la Historia y en el Primer Encuentro Nacional sobre la Enseñanza de la Historia promovido por la Fundación Polar, se han propuesto algunas recomendaciones; pero, sin embargo, la ahistoricidad y la despolitización del venezolano se agudizan cada día en su pensamiento y en su práctica. 

Las raíces del problema son muy viejas y a la vez multifactoriales. Proceden del modelo mecanicista y tecnocrático de la educación venezolana impuesto por el Estado, para capacitar a la mano de obra e ideologizar a la población según los cánones del sistema capitalista de producción.

Es el Ministerio de Educación, ente rector de la política educativa estatal, quien ha instrumentado durante varias décadas ese modelo pedagógico que cercena la integridad del venezolano, la escinde y la fragmenta, disociándole su conciencia y su ser, su sentir y su hacer. Es un modelo que reedita el divorcio entre la teoría y la praxis social.

Su base de sustentación es el currículum formal, pragmático-conductista, reproducido en las instituciones escolares a través de prácticas pedagógicas rígidas, improvisadas y enciclopédicas. En este contexto se enmarca la enseñanza y el aprendizaje de las Ciencias Sociales, todas ellas reducidas, deformadas y atomizadas intencionalmente para confundir y separar al hombre de su realidad circundante.

La Ciencia Histórica, en particular, se imparte a los niños y a los jóvenes según los esquemas del oficialismo, diseñados por el aparato escolar, controlados por la clase social dominante. Académicamente, es una asignatura que se utiliza para reproducir las creencias y los valores individualistas y para controlar la conciencia de los ciudadanos mediante la repetición incesante de discursos anacrónicos y anticientíficos.

Esas disertaciones poseen un contenido esencialmente eurocentrista, noción que refuerza el neocolonialismo nacionalista, ya que desconoce el aporte histórico regional y local; heroicista, porque sobrevalora el esfuerzo de algunos y no de la totalidad colectiva; irreal, porque desglosa, descontextualiza y enmudece el verdadero proceso histórico.

Es, por lo tanto, un discurso inútil que estimula poco el desarrollo integral y humano de las jóvenes generaciones. 
La Historia ha sido utilizada por las clases dirigentes para ocultar la veracidad de la realidad social. Muchas veces bajo formas de omisión,  reducción, recargo, deformación, desorganización, manipulación y otras desorientaciones de los contenidos académicos se pretende que el estudiante acepte su estudio acríticamente, como algo extraño a los problemas vitales que afectan su existencia socio-individual (Aranguren, C. 1997: 15).

Todos ellos, cursantes de los diferentes niveles del sistema escolar formal, rechazan la Historia; sienten hacia ella animadversión porque confunden su naturaleza científica y académica. Invierten un valioso tiempo en el estudio memorístico de los contenidos, estimulado a su vez por los maestros, seres escindidos y repetidores de esquemas estereotipados impuestos por las instancias oficiales educativas.

Tanto los aprendices como los enseñantes reeditan en sus aulas de clase, sin cuestionamiento alguno, las prescripciones del Manual del Docente. No viven ni sienten el proceso dinámico de aprender al desarrollar los programas de Historia de Venezuela, de carácter empirista, discontinuos e incoherentes, carentes de secuencia lógica, histórica y cronológica, al repetir mecánicamente el saber academicista que contienen y al abordarlos metodológicamente de modo lineal, fragmentario e irreflexivo. Niegan, con esta conducta, su natural disposición a la innovación, a la crítica y a la construcción de conocimiento.

Se convierten, en consecuencia, en seres enajenados del proceso de producción del saber histórico. Reciben el paquete y lo reproducen sin objeción, porque la preeminencia del paradigma mecanicista tecnocrático sirvió para disociarles su personalidad social, ya que éste 

...propugna el dominio de la mente sobre el cuerpo y el de los seres humanos sobre el resto de lanaturaleza, sobre la base de la cualidad humana de razonar y analizar. Esta separación es la base de la neutralidad entre observador y objeto observado, que permite el examen objetivo de la realidad (Yus Ramos, R. 1997: 53).
Si ésta es la realidad del proceso educativo venezolano, sumergido a su vez en la crisis estructural nacional, entonces, ¿qué hacer? ¿cómo revertir la ahistoricidad, la despolitización y la fragmentación del venezolano? 

El mismo Estado Venezolano ofrece algunas alternativas. Inmerso en el proceso de la reforma estatal desde hace varios años, centra su atención en la transformación de la educación y en el conocimiento, para adecuarlos al ritmo de desarrollo de las sociedades mundiales; así lo expresó CORDIPLAN en “Un proyecto de país, Venezuela en consenso”. En estos documentos asentaron como objetivo fundamental de la reforma educativa el fraguar el desarrollo de la personalidad de los seres humanos, como sujetos históricos que son (CORDIPLAN. 1995: 197).

Si lo que se desea es transformar al ciudadano-objeto en ciudadano-sujeto, nada más oportuno para replantear la enseñanza y el aprendizaje de las Ciencias Sociales. Cambiar el sentido del estudio de la Historia en el contexto de esta coyuntura es la propuesta que presentamos sobre la base de una experiencia pedagógica, teórica y práctica, acumulada durante varios años. 

La proposición se inserta en el Nuevo Modelo Curricular que instrumenta el Ministerio de Educación a nivel de la Escuela Básica (1998). Sus fundamentos emanan del Currículo Básico Nacional (CBN) y de sus premisas: centrado en la escuela, consensuado, abierto y flexible, el conocimiento organizado en tipos de contenidos y conceptuado como un currículum holístico, integral, sistémico que acoge los lineamientos de una serie de teorías del aprendizaje como el Humanismo, la Teoría Genética de Jean Piaget, la Teoría Sociocultural de los Procesos Superiores de Vigotsky; la Teoría del Aprendizaje Significativo de Ausubel, la Teoría del Procesamiento de Información, las Teorías Neurofisiológicas y el Constructivismo (C.B.N. s/f.: 5).

Según estos lineamientos el proceso educativo y la práctica pedagógica tienden a revertirse porque el nuevo paradigma holístico alimenta las nociones de totalidad y de globalidad y niega el sentido fragmentario del mecanicismo newtoniano. A su vez, reafirma la interconexión sistémica, la relación intrínseca entre observador y observado y la integración complementaria y sinérgica entre todas la
potencialidades del ser humano.

Los actores, entonces, del hecho educativo, también se transforman. El aislamiento cede su espacio a un terreno más amplio y complejo que involucra a educandos y educadores, padres y representantes y comunidad en general.

Todos ellos son, por tanto, constructores del nuevo diseño curricular, flexible y global, crítico y transformador a través de proyectos pedagógicos.

Si lo que se desea es transformar cualitativamente el ahistoricismo de los venezolanos, recuperando su memoria y su esencia social e individual, todos deben participar en la construcción del saber histórico, en un enfoque de la Historia de Venezuela que parta del estudio de las localidades y de las
regiones, como partes constitutivas de la historia nacional en una perspectiva indoamericanista y mundial.

Vivir el aprendizaje en el aula de clase, mediante la RECUPERACION COLECTIVA DE LA HISTORIA, es la esencia de este proyecto pedagógico de aula. Metodología apuntalada en los siguientes términos: 

...La apropiación colectiva del bagaje conceptual e instrumental elaborado desde la propia disciplina histórica exige la socialización del proceso mismo de investigación; no se trata sólo de colectivizar los resultados, sino todas las fases de construcción del discurso historiográfico (Torres, C. A., Cendares, L. 1991: 78).
La indagación en sí se acoge a los criterios de la interdisciplinariedad. Sus protagonistas interrogan,
retrospectivamente, en un viaje interminable por el espacio y el tiempo, a todos los actores del proceso histórico real. Dialogan intersubjetivamente con ellos con el fin de integrar los distintos saberes comunitarios para así explicarse su realidad presente, su existencia individual y social y sus raíces, tal como lo señala Mario Briceño Iragorry :

...Para dialogar con el pueblo se ha recurrido a levantar el tono de la voz, a fin de que los demás oigan el soliloquio de quien pretende aparecer con las manos cargadas de fórmulas mágicas, mientras en el secreto de su laboratorio invoca los espíritus contrarios. Dialogar con el pueblo es tomar su propia voz y hacer sentir la angustia que vive su multánime conciencia. (Briceño Iragorri, M. 1985: 184).
Esta experiencia, instrumentada en otros países hispanoamericanos, ha servido para contrarrestar los efectos de la historia oficial y de la historiografía elitesca y antipopular. Ha fortalecido la memoria colectiva popular y debilitado la memoria del poder. Ha servido para rehacer la identidad integral e integradora de las localidades, de las regiones y de la nación. Ha sido útil para fragmentar y dislocar el efecto homogeneizador y diluyente de la cultura de dominación.  Es una propuesta que enriquece el carácter científico e interdisciplinario de las Ciencias Sociales ya que el saber resultante de la investigación se caracteriza por su globalidad, realidad, continuidad y significación. Es un saber comunitario que debe regresar a los hombres y a las mujeres que lo protagonizaron en el tiempo y lo legaron a las generaciones, como una muestra de fortalecimiento del ser nacional.



* Elsy Rojas Parra,  Profesora Educación Media.Barquisimeto - Venezuela



REFERENCIAS
  1. ARANGUREN, C. (1997) La Enseñanza de la Historia en la Escuela Básica. Mérida, Venezuela. Universidad de Los Andes. Consejo de Publicaciones / Caracas. Ediciones Los Heraldos Negros.
  2. BRICEÑO IRAGORRI, M. (1985).¨La Historia como elemento creador de la cultura¨. En: La Unidad de lo Diverso. Caracas. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Col. Estudios, Ensayos y
  3. Monografías.
  4. CORDIPLAN. (1995). Un Proyecto de país, Venezuela en consenso. Documentos del IX Plan de la Nación. Caracas. Imprenta Nacional y Gaceta Nacional de la República de Venezuela.
  5. LANZ RODRÍGUEZ, C. (1998). Teoría Crítica e Innovaciones Pedagógicas. Barquisimeto. Centro de Educación Popular ¨Exeario Sosa Luján¨.
  6. MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Dirección General Sectorial de Educación Preescolar, Básica y Media Diversificada y Profesional. (s.f.). Currículo Básico Nacional (CBN) Nivel de Educación Básica. Caracas.
  7. PEREZ VILA, M. y otros. (1990). VIII Coloquio de Historia Regional y Local. Memoria. Vol. III. Caracas. Litotac C.A.
  8. TORRES C., A. y CENDARES, L. (1991). ¨Los otros también cuentan¨. En: Cuadernos para el debate (5): 74-85. Caracas. Ediciones Primera Línea.
  9. TOVAR, R. A. y otros. (1985). ¨La Enseñanza de la Historia de Venezuela¨. En: Tierra Firme. (10). Caracas. Editorial Tierra Firme. 
  10. YUS RAMOS, R. (1997). Hacia una Educación Global desde la Transversalidad. Madrid. Grupo Anaya. S.A.




Los Contenidos de Ciencias Sociales en el Currículo Escolar

Bienvenidos al espacio en el cual estudiantes de la Licenciatura en Psicopedagogía de la UPAV, muestran parte de su pensamiento, ideas, reflexiones en torno al campo de la Psicopedagogía.



LOS CONTENIDOS DE CIENCIAS SOCIALES EN
EL CURRÍCULO ESCOLAR (I)*

Trabajo presentado en el VI Symposium de Didáctica 
de las Ciencias Sociales.  Pontevedra, España, 
23 al 25 de marzo de 1.994
Dr. Joan Pagés **



El Currículum y los contenidos


En general, se puede considerar que existen dos grandes problemas en relación con la selección de los contenidos de ciencias sociales del curriculum. El primer problema se refiere a la escasa fundamentación científica de los contenidos que aparecen en los curricula más allá de algunos tópicos o de declaraciones de principios de naturaleza axiológica que, además de discutibles, suelen ser poco operativos para concretar y ordenar el contenido en las distintas etapas educativas.

Esta escasa fundamentación científica está motivada por dos hechos, íntimamente relacionados: el desconocimiento de lo que ocurre en las aulas, de lo que el profesorado realmente enseña de ciencias sociales, de cómo lo enseña y para qué lo enseña y, en la misma medida, el desconocimiento del qué, cómo y para qué aprende el alumnado. El segundo hecho es la escasez de investigaciones didácticas que permitan iluminar los problemas de la prác-tica y ayuden tanto a los diseñadores como a los profesores a tomar decisiones reflexivas sobre el curriculum y el contenido que merece la pena ser seleccionado (JOYCE/LITTLE/WRONSKI, 1.991; MASSIALAS , 1.990). La escasez de investigaciones didácticas y su calidad y valor para guiar u orientar el desarrollo del curriculum y la práctica es notoria en todos los países y, en especial, en el nuestro, aunque en los últimos años ha habido un considerable incremento de investigaciones didácticas.

El segundo problema tiene relación con la relevancia real de los cambios curriculares . En la literatura didáctica se afirma contundentemente que la mayoría de los propósitos que han justificado la necesidad de un cambio curricular no suelen alcanzarse nunca. Es decir, los objetivos de las reformas curriculares no tienen apenas ningún impacto en la práctica y, por ende, no mejoran ni la enseñanza ni el aprendizaje de aquellas personas a las que van destinados. Este problema obedece a dos razones: en primer lugar, a la gran distancia entre la conceptualización teórica que genera el cambio del curriculum y la práctica educativa. A menudo, además, se identifica el curriculum más como un documento que como una práctica. En segundo lugar, a la resistencia del profesorado al cambio como consecuencia del peso de las rutinas propias del día a día. En ambos sentidos, el abismo entre la teoría curricular y la práctica se hace casi insalvable a no ser que la formación inicial y permanente del profesorado gire alrededor de la práctica curricular y se conciba el cambio más como un cambio de las prácticas y del papel del profesorado que como un cambio de los documentos o de los materiales curriculares.

No son dos problemas nuevos. En realidad son tan antiguos como el propio curriculum ya que la función primordial de éste no ha sido otra, desde que existe, que seleccionar y secuenciar el contenido que deben aprender las nuevas generaciones. La selección y secuenciación del contenido ha sido una de las tareas básicas de cualquier sistema educativo desde que existe el curriculum. Por consiguiente, los contenidos seleccionados han sido siempre un medio al servicio de los propósitos o las finalidades educativas que en cada momento el sistema educativo y los intereses que éste representa les ha querido otorgar. En primer lugar, pues, la selección y la secuencia de los contenidos del curriculum nos remite necesariamente al problema de las finalidades, los propósitos o el valor educativo que se les otorgue.

La Finalidad de los Contenidos de las Ciencias Sociales

En realidad, pues, el problema de la selección y secuenciación de los contenidos de las Ciencias Sociales hemos de situarlo necesariamente en el campo de los propósitos y de las finalidades de estas enseñanzas.

Es en el campo de los propósitos, de las finalidades, donde la enseñanza de las Ciencias Sociales tiene sus principales problemas. ¿Cuáles son las finalidades, hoy, de la enseñanza de la Historia, la Geografía y el resto de Ciencias Sociales? ¿Qué aportan y qué pueden aportar las disciplinas sociales a la formación de la ciudadanía? ¿Cuáles son estas finalidades para la administración? ¿Cuáles son estas finalidades para el profesorado? ¿Cuáles son para los especialistas en Didáctica? ¿Qué espera la sociedad, es decir los padres y los alumnos, de la enseñanza social? ¿Cómo se manifiestan los propósitos en los contenidos y en los métodos y estrategias de enseñanza/aprendizaje? ¿De dónde procede la reflexión que el profesorado realiza sobre las finalidades? Tal vez son muchas preguntas por la poca cantidad de respuestas que se pueden dar a las mismas.

La primera y fundamental es clara: las finalidades de la enseñanza de lo social son las que por su propia naturaleza reciben más directamente las influencias socio-políticas e ideológicas de la propia sociedad, es decir, de las administraciones educativas, en primer lugar, pero también, de los editores de libros de texto y de materiales curriculares, de los autores de estos materiales, de los propietarios de centros privados, del profesorado y de los padres y alumnos.

La segunda, consecuencia de ésta, también es clara: los propósitos de la enseñanza de las Ciencias Sociales no son los mismos hoy que cuando aparecieron con carácter obligatorio en el curriculum escolar, ni tan siquiera son los mismos de hace quince, cinco o dos años. Sin embargo, algunas investigaciones realizadas en los Estados Unidos constatan que las prácticas por regla general han cambiado poco en lo que va de siglo (THORNTON, 1.990).

La tercera es que las finalidades de la enseñanza de lo social no son, no deben ser, las mismas en una sociedad totalitaria que en una sociedad democrática. Si lo que caracteriza la democracia es el reconocimiento y la defensa del pluralismo como valor supremo, hay que aceptar el hecho de que se produzcan interpretaciones diferentes de las finalidades de la enseñanza social. Lo contrario sería mantener una actitud autoritaria bajo una fachada democrática. Consecuentemente, el curriculum social ha de ser lo suficientemente flexible y abierto para permitir no solamente conocimientos distintos sino básicamente propósitos diferentes.

En la ya relativamente larga historia de la enseñanza de la Geografía y de la Historia y aún en los cambios curriculares recientes, las administraciones educativas de la mayoría de países de nuestro entorno han insistido en que la finalidad básica de la enseñanza de las Ciencias Sociales era y es la formación de la ciudadanía., con matices diferentes, esta finalidad consistía y consiste en una especie de formación cívica en torno a la nación, la patria, su organización política, su pasado, sus leyes, sus mitos, sus hechos y características "más relevantes" del pasado y del presente. En definitiva, los propósitos fundamentales eran y son arraigar a los alumnos y alumnas en su sociedad. Conducirles por una senda para que acepten con orgullo que forman parte de una identidad única e irrepetible -la suya- que se presenta como la mejor de las posibles.

Los matices han variado en función de la ideología dominante en cada momento histórico o del régimen político en el que se circunscribían. Sin lugar a dudas, las pretensiones del régimen franquista tienen poca relación con las pretensiones de los regímenes democráticos pero existe un fondo común que demuestra que el poder político -cualquier poder- difícilmente renuncia a su potestad de interpretar la realidad desde su perspectiva e imponerla a la ciudadanía a través del curriculum escolar.

Vano intento, como señalan acertadamente MARKER y MEHHLINGER (1.992) al referirse a los Estados Unidos donde la educación social no consigue ni siquiera que vote el 50% de la ciudadanía o donde la criminalidad y la violencia impera en las calles de las grandes urbes protagonizada por bandas juveniles recién salidas de las escuelas. Vano intento como ha demostrado la crisis de los países del Este en los que la enseñanza de la Historia y la Geografía tenían como finalidad fundamental mostrar e inculcar las virtudes y los valores de la patria socialista. Que lejos están de los valores socialistas los conflictos en la ex-URSS y de la guerra civil de la ex-Yugoslavia. Vano intento ante la enorme influencia de los medios de comunicación de masas y en especial de la televisión para socializar a chicos y jóvenes en unos valores pretendidamente universales.

¿Qué esperan los estudiantes de la enseñanza de la Geografía, la Historia y las otras Ciencias Sociales? ¿Qué expectativas tiene el alumnado en relación con el conocimiento social y como lo relaciona con su mundo y con su pensamiento social? ¿Cómo influyen y determinan estas expectativas su contexto cultural, su desarrollo, su madurez y las enseñanzas que han ido recibiendo a lo largo de su escolaridad? Averiguar las expectativas que el alumnado tiene de la enseñanza de las Ciencias Sociales y si estas cambian y cómo cambian a lo largo de su escolaridad debería ser una línea de investigación prioritaria para comprobar la relevancia y la eficacia de los contenidos del curriculum. 

En mi opinión, y sean cuales sean los resultados que en relación con los propósitos de la enseñanza nos deparen futuras investigaciones, uno de los propósitos más deseables -y quizás más realista y pragmático -que la enseñanza de las Ciencias Sociales puede y debe cubrir actualmente en el panorama educativo es la formación del pensamiento social del alumnado. Los contenidos de las Ciencias Sociales deberían ir dirigidos al desarrollo del pensamiento social del alumnado (NEWMANN, 1.991). Y aunque no estemos en condiciones de saber como funciona ni de qué se compone el pensamiento social, si sabemos que existen unas capacidades, unos conocimientos, unas habilidades y unos valores más adecuados que otros para este propósito. En definitiva, se trata de seleccionar el contenido para capacitar al alumnado a fin de que aplique sus conocimientos al análisis de la realidad y quiera y desee intervenir con conocimiento de causa tanto en aquellos aspectos políticos y sociales más generales como en los más concretos de su vida cotidiana.

Tres líneas de actuación se derivan de esta última proposición: la primera , ya la he apuntado, es saber cómo se forma el pensamiento social, qué capacidades son básicas y propias del pensamiento social, qué requisitos o qué mecanismos se han de poner en marcha en la enseñanza para conseguir que el alumnado quiera pensar sobre sus propios conocimientos sociales y quiera cambiarlos a la luz de los nuevos conocimientos que se le ofrecen.

La segunda se refiere a la elección del contenido que mejor facilita el desarrollo del pensamiento y de los métodos y estrategias más adecuadas para este desarrollo. ¿Existen evidencias sobre qué tipo de contenidos sociales, geográficos e históricos, y qué métodos y estrategias selecciona-dos en función de sus peculiaridades facilitan en mayor o en menor medida el desarrollo del pensamiento social? ¿Existen evidencias que demuestren que es mejor y más eficaz optar por presentar y enseñar el contenido de manera disciplinar que interdisciplinar, o al revés? Existen algunas evidencias de que determinados contenidos y determinados métodos y estrategias instructivas facilitan al alumnado pensar y pensar de una determinada manera sobre contenidos sociales (STODOLSKY, 1991) y existen debates sobre la conveniencia de optar por un conocimiento interdisciplinar o por otro disciplinar (BRADY, 1993; WRAGA, 1993; EVANS, 1989; GAGNON, 1989; RAVITCH, 1989;...).

Sin embargo, no existen evidencias basadas en la investigación educativa de que el contenido seleccionado en los curricula de educación inicial, primaria y secundaria sea el contenido más adecuado para este propósito. Ni que el contenido secuenciado y concretado en los proyectos curriculares que se están elaborando fomente el pensamiento social del alumnado. Ni aún de que el contenido social seleccionado y secuenciado con criterios coherentes y justificados desde las fuentes epistemológica y psicopedagógica pueda por sí mismo fomentar el desarrollo del pensamiento social del alumnado. De nuevo, urge investigar lo que ocurre en las aulas y demostrar el valor educativo de los contenidos seleccionados.

Finalmente, una tercera situación surge de la necesidad de cambiar el propio pensamiento profesional del profesorado. La escasa preparación sociológica, psicopedagógica y didáctica recibida en su formación inicial, su prácticamente nulo papel en la determinación de los propósitos de su enseñanza, unido a los imperativos de un sistema educativo que ha potenciado la función propedéutica han conducido al predominio de unos contenidos geográficos e históricos a menudo obsoletos y casi siempre planteados con visiones pretendidamente holísticas y repetitivas y a unas prácticas de enseñanza rutinarias y poco estimulantes.

Existen ya investigaciones importantes, aunque sus conclusiones sean provisionales y difícilmente generalizables, sobre el papel que tiene las concepciones y los propósitos del profesorado en su relación con el desarrollo del curriculum, con la selección del contenido y con los métodos y estrategias instructivas. Los recientes trabajos de EVANS (1.988, 1.989,1.990) en los Estados Unidos ofrecen conclusiones atrayentes y sugieren líneas de investigación con mucho futuro al igual que los trabajos, también reciente, de GUIMERÁ (1.992), BLANCO (1.992) o PAGES (1.993) en nuestro país sobre el pensamiento del profesorado de historia. Faltan, no obstante, investigaciones sobre cómo construye su pensamiento el profesorado en formación y en especial sobre cómo lo amolda y lo cambia en función de la práctica. No existen investigaciones, al menos que yo conozca, que demuestren cómo se puede favorecer o facilitar el cambio del pensamiento del profesorado del área.

Es decir, cómo se puede producir un conflicto cognitivo que haga emerger sus ideas, contrastarlas con nuevos conocimientos y reconstruirlas a la luz de las aportaciones que aquellos les puedan hacer. Y esto ocurre entre un profesorado cuya formación teórica es, por lo general , de base histórica, es decir entre un profesorado que se supone que está especialmente preparado para detectar los cambios sociales, explicarlos y actuar en consecuencia. Y sin embargo, en su práctica profesional es reacio al cambio.

En mi opinión, el cambio curricular que se propone actualmente en nuestro país es una buena ocasión para investigar el pensamiento del profesorado y experimentar modelos que faciliten el cambio no traumático de sus prácticas y de sus teorías. Pero para ello hace falta que los principios del marco curricular se lleven realmente a la práctica y se establezca una relación directa y bidireccional entre el curriculum y la práctica del profesorado que le permita tomar conciencia de la importancia de tomar decisiones razonadas tanto sobre las finalidades o propósitos de su enseñanza como sobre el contenido y los métodos que puedan utilizar.



** Director del Dpto. de Didáctica de las Ciencias Sociales. Universidad Autónoma de Barcelona, España.

domingo, 1 de febrero de 2015

Pedagogía de las Ciencias Sociales

PEDAGOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES


Pedagogía de las Ciencias Sociales
Revista de Estudios Sociales no. 19, 
diciembre de 2004, 91-95.
Carolina Valencia *



PEDAGOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

* Historiadora, Universidad de los Andes. Magíster en Educación, Universidad de los Andes. Coordinadora de Ciencias Sociales, Colegio Los Tréboles. Profesora de Ciencias Sociales en 6º y 8º grado, Colegio Los Tréboles. Profesora Especialización en Educación, Área de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes 

Resumen
La enseñanza de las ciencias sociales debe concentrarse cada día más en buscar que los estudiantes adquieran las habilidades que los lleven a conocer e interpretar los hechos, hacer un análisis crítico de los procesos, formular y sustentar hipótesis que den cuenta de su propia construcción de significado y aproximarse más responsablemente a los conflictos y dilemas del presente. Para lograr este objetivo, es indispensable que los maestros hagan una reflexión crítica en torno a su práctica pedagógica y que se concentren en trabajar con sus estudiantes la verdadera comprensión de los contenidos de las ciencias sociales, la construcción de habilidades y actitudes propias del científico social y la formación para la acción ciudadana.

Palabras clave:
Aprendizaje, Ciencias Sociales, prácticas pedagógicas, ciudadanía.

Abstract
Now a days, teaching social studies must focus in searching that the students acquire the necessary abilities to know, and understand facts; to make critical analysis of the processes; and to approach conflicts and dilemmas with responsibility. To reach this goals, teachers must make a critical reflection on their pedagogical practice, and work together with their students towards a real comprehension of the social studies, the construction of the attitudes and abilities of the social scientists, and a compromise with democratic citizenship.

Key words:
Learning, Social Sciences, pedagogical practices, citizenship. 

Porque educar es la única constante del siglo en que vivimos,
educar hoy es educar para el cambio.
No el aprender por aprender, sino el aprender a aprender.
No la solución a los problemas, sino la capacidad de resolver problemas.
No la repetición, que es cierta, sino la libertad que es incierta.
No el dogmatismo, sino la tolerancia.
No la educación terminal, sino la educación permanente,
la educación arte y parte de toda una vida.
Hernando Gómez Buendía


Si seguimos permitiendo que el conocimiento de las ciencias sociales que se imparte en las instituciones educativas esté centrado en la transmisión y recepción de información, seguirá completamente desligado de la realidad del estudiante y de la realidad de las disciplinas sociales mismas. Seguiremos limitando el propósito fundamental de su aprendizaje: el desarrollo de capacidades para conocer e interpretar hechos y fenómenos desde distintos puntos de vista, para hacer
análisis críticos de hechos, fenómenos y procesos, para formular hipótesis y sustentaciones que den cuenta de una construcción propia de significado y para aproximarse responsablemente a la comprensión y a la acción en contexto. ¿Cómo hacer para que los ambientes de aprendizaje de las ciencias sociales se conviertan en espacios en donde esto sea posible?

De acuerdo con Farris (2001), las ciencias sociales son el estudio interdisciplinario y científico de la vida del hombre en sociedad, a lo largo del tiempo, y de sus relaciones con la naturaleza. Para poder abarcar al ser humano en toda su amplitud, la enseñanza de las ciencias sociales incluye saberes tan amplios como la geografía, la historia, la economía, la política, la democracia, la psicología, la sociología, la filosofía, la lingüística y la antropología.

Tradicionalmente se ha aceptado que las clases de ciencias sociales se encargan de transmitir de manera eficiente una enorme cantidad de datos, fechas, nombres y posiciones ideológicas, por razón de que "(…) una generación transmite a la siguiente el mundo cultural y el sistema de valores y creencias de acuerdo con los cuales orienta su conducta" (Mora, 1988, p. 19). En este esquema educativo, los maestros tienen el papel de investigar, almacenar y transmitir el conocimiento, mientras que a los estudiantes les corresponde el de consumidores acríticos (Bruffee, 1999) que garantizan la perpetuación de los sistemas. Adicionalmente, los maestros solemos tener en agenda
otros frentes, como el desarrollo de habilidades académicas (toma de notas claras y ordenadas, responsabilidad en la entrega de trabajos y tareas…), disciplinarias (actitudes de trabajo, cumplimiento de normas…) y democráticas (participación en el gobierno estudiantil, desarrollo de 
actividades de liderazgo…). Por otro lado, tenemos también en nuestro repertorio la responsabilidad de poner en práctica actividades supuestamente pedagógicas de carácter innovador, como los grupos cooperativos, las discusiones y debates, los juego de roles… Todo esto nos genera una cierta confusión de propósitos educativos entre éstos y las metas propias de la formación de verdaderos científicos sociales.

Es indispensable que nosotros, maestros de diferentes áreas de las ciencias sociales, iniciemos un proceso de reflexión crítica para examinar a fondo nuestra práctica pedagógica. De acuerdo con Brookfield (1995), este trabajo debe incluir una primera reflexión autobiográfica en la que examinemos nuestra experiencia como profesores y como estudiantes; una segunda reflexión a partir de la visión que los estudiantes tienen de las clases de ciencias sociales; una tercera reflexión a partir de la experiencia y de la percepción de nuestros pares; y una última reflexión a partir de la literatura -investigaciones y reseñas bibliográficas- para definir dentro de qué marco conceptual se mueve nuestra práctica; todo ello con base en el sano principio de que la bondad de las intenciones no garantiza el éxito de la práctica. Si nos dedicamos a enseñar de manera no reflexiva, convencidos de que sabemos exactamente lo que estamos haciendo y los efectos que estamos generando, corremos el riesgo de impedir que nuestros estudiantes y nosotros mismos nos embarquemos en un verdadero proceso de construcción de conocimiento. Y es que la clase de ciencias sociales debe convertirse en la más poderosa herramienta para la promoción de cambios y no limitarse a incorporar a cada nueva generación a un grupo particular. Debe dejar de ser el espacio en el que se busca que los estudiantes acumulen datos o asimilen ideologías específicas, para convertirse en el que les abra la posibilidad de comprometerse en un diálogo que construya significados propios, nuevos significados. Para lograr esto, la información debe dejar de ser 'la' verdad para convertirse en material susceptible de ser conectado, organizado, interpretado, controvertido y utilizado (Levstik, 1997). Esta construcción de
conocimiento es importante para que las ciencias sociales adquieran relevancia en la vida de los estudiantes (Doppen, 2000) y dejen de ser la expresión de la moralidad de un solo grupo (Levstik, 1997).

De acuerdo con investigaciones realizadas por Sleeper (1996), el propósito de generar la construcción de conocimiento se puede desarrollar en el marco de un programa que promueva el análisis crítico y riguroso de eventos significativos. Esta propuesta coincide con los resultados de investigaciones llevadas a cabo sobre la FHAO1 (Doppen, 2000; Maypole y Gray Davies, 2001; Sleeper, 1996; Stern Storm, 1994), según las cuales cuando el estudio de las ciencias sociales logra desbordar la asepsia de los meros acontecimientos, se convierte en un espacio privilegiado para que los estudiantes se formen en la paz, la democracia y la moral y se aproximen más responsablemente a los conflictos y dilemas del presente (Stern Storm, 1994). Al iniciar este nuevo tipo de formación académica y personal desde la infancia, una formación que corresponde mejor a la de los científicos sociales, se hace más posible que desarrollen habilidades críticas y analíticas que los conduzcan a tomar decisiones razonables e informadas y que los guíen a actuar a favor del bien público, como ciudadanos de una sociedad democrática y culturalmente diversa, en un mundo interdependiente (The Centre for Applied Research in Education, 1992).

Con esta propuesta en mente, debemos pensar en un currículo de ciencias sociales que atraviese toda la escuela, desde grado 0 hasta grado 11, sustentado en tres pilares básicos: la formación en contenidos propios de las ciencias sociales, con uso y desarrollo de las habilidades y actitudes del científico social y con repercusión en la práctica de la acción ciudadana. Con ello lograremos abrir las puertas para que la educación no sea acumulación de conocimientos, sino aprendizaje de lo que es pertinente para la vida, de una manera en que se haga aplicable a la solución de problemas en situaciones reales. Y, lo que es más importante, lograremos que los estudiantes desarrollen las bases necesarias para construir por ellos mismos significados y capacidad de acción más complejos y sofisticados (Stone, Hammerness y Gray, 1998; Ministerio de Educación Nacional, 2004).

Este planteamiento nos enfrenta como maestros al reto de formar estudiantes, concentrándonos en metas que ubiquen aquello que realmente es importante en las ciencias sociales y que busquen la verdadera comprensión. Se trata de una comprensión, que se parezca más a la definida por Perkins (1999) como capacidad para pensar y actuar flexiblemente, en contextos diversos, con lo que se sabe. Para sistematizar el manejo de la comprensión en ciencias sociales y evaluarla, Boix-Mansilla y Gardner (1997) proponen su análisis en cuatro dimensiones: conocimiento, métodos, propósitos y formas.

Cruzando estas dimensiones con los tres pilares propuestos para la sustentación del currículo de las ciencias sociales, es posible conceptualizarlos más específicamente. 

Formación en los contenidos propios de las ciencias sociales 

La formación en los contenidos propios de las ciencias sociales debe incluir, entre otros, el establecimiento empático de vínculos con el pasado, el trabajo con temporalidad y cronología, el reconocimiento de la interrelación entre sistemas (políticos, sociales, económicos, culturales…), el trabajo con las características físicas de la Tierra y la representación del espacio y el establecimiento de relaciones entre regiones naturales y regiones humanas. Estos contenidos deben trabajarse en una secuencia progresiva de desempeños (Perkins, 1999) que deben incluir lo menos posible el de recibir pasivamente información, apoyarse en diferentes ejes temáticos y hacer énfasis en el desarrollo continuo de las mismas habilidades y actitudes (Farris, 2001) durante todos los grados escolares y niveles educativos.

La dimensión del conocimiento tiene que ver con este pilar curricular. Se refiere a niveles que van desde el conocimiento intuitivo al que los niños se aproximan en los primeros años de la vida escolar (Seefeldt, 2001); a niveles afines a los parámetros académicos, cuando el estudiante se pueda mover flexiblemente entre ejemplos y generalizaciones en una red conceptual rica y coherente. También se relaciona con los contenidos de las ciencias sociales, la dimensión de los propósitos (Boix-Mansilla y Gardner, 1997) que trata de la capacidad para utilizar el conocimiento en diferentes situaciones como herramienta indispensable para reinterpretar, explicar y medir las consecuencias de las acciones de otros.

Formación en las habilidades y actitudes del científico social 

El proceso por el cual se construye significado y, por lo tanto, aprendizaje, al manejar cualquiera de los contenidos propios de las ciencias sociales, debe ser el mismo en el estudiante que en el científico social: parte de la habilidad para identificar, formular y describir un problema; pasa por el análisis exhaustivo de las diversas fuentes primarias y secundarias de información pertinentes al problema y la recopilación de esa información; sigue con la observación, conexión y análisis de la información y con la formulación de hipótesis que interpreten procesos sociales, políticos económicos, históricos y culturales y su sustentación; y debe culminar en decisiones suficientemente informadas sobre acciones individuales y colectivas que aporten a la solución del problema original. Así el conocimiento requerido para la toma de decisiones razonables en relación con lo social se basa en el desarrollo de habilidades de pensamiento y de actitudes científicas que permitan al estudiante tomar conciencia de sí mismo y de su entorno para poder actuar positiva y efectivamente sobre ambos (Perkins, 1999).

La dimensión de los métodos de Boix-Mansilla y Gardner (1997) está relacionada con el uso de las habilidades y estrategias propias de los científicos sociales. Se refiere a la capacidad para reconocer que el conocimiento no está disponible en la naturaleza, ni está simplemente almacenado en las mentes de los individuos, "sino que es el resultado de un cuidadoso proceso de indagación, de acuerdo con parámetros debatidos públicamente dentro de las comunidades de conocimiento." Incluye, por una parte, la reconstrucción de las ideas y los motivos de personas que actuaron dentro de un sistema ideológico, social, político y económico no necesariamente igual al propio; y, por otra, la reconstrucción de las instituciones, estructuras y prácticas culturales que definieron e inspiraron sus acciones (Boix-Mansilla y Gardner, 1997). Igualmente habla de habilidades propias del científico social la dimensión de las formas, que se refiere a la capacidad para comunicar a otros lo comprendido, utilizando diversas formas de expresión y sistemas de símbolos adecuados para expresarse ante diferentes audiencias y en diferentes contextos (Ministerio de Educación Nacional, 2004; Boix-Mansilla y Gardner, 1997).

Formación para la acción ciudadana

Por último, la formación para la acción ciudadana busca queen la medida en que los estudiantes avancen en la comprensión y apropiación de las ciencias sociales y de sus métodos por medio de su mismo uso (Ministerio de Educación Nacional, 2004), se responsabilicen como personas y como ciudadanos y asuman compromisos de acción. Sólo así serán capaces de leer los relatos históricos tradicionales entre líneas, viendo en ellos también la historia de quienes no escribieron la historia (Trillos, 2001). Y así también desarrollarán las herramientas para buscar y encontrar toda la información que necesiten para analizar exhaustivamente los problemas. Y se capacitarán para enfrentar con respeto diferentes visiones, dándole oportunidad a quienes ven el mundo de una manera
distinta a la suya (Mojica y Silva, 1999).

Desde luego, la formación de los niños y jóvenes en ciencias sociales debe hacerse en forma paulatina a lo largo de los niveles educativos. Hoy sabemos que construimos esquemas y estructuras de conocimiento a partir de esquemas y estructuras preexistentes (Piaget, 1984), de modo que no podemos ignorar el conocimiento previo de los estudiantes. En las primeras etapas de la vida escolar, este conocimiento suele ser producto del sentido común o de la intuición (Seefeldt, 2001), y uno de los objetivos de la enseñanza de las ciencias sociales debe ser superar estos niveles de conocimiento
intuitivo y alcanzar niveles de comprensión más complejos.

La enseñanza de las ciencias sociales debe hacerse en ambientes de aprendizaje en los que los estudiantes pongan a prueba sus comprensiones construidas y puedan refinarlas, transformarlas o reemplazarlas al usarlas para entender el mundo que los rodea cada vez con mayor complejidad y profundidad (Boix-Mansilla y Gardner, 1997; Perkins, 1999).

Las teorías de desarrollo cognoscitivo pueden ayudar en la organización pedagógica de las experiencias a las que se enfrenten los alumnos para aprender. Para Piaget, por ejemplo, el niño parte de una situación en la que el mundo y él son uno mismo y sus acciones son poco más que reflejos, y pasa a una etapa en la que sus acciones están organizadas en relación con el entorno inmediato y en la
que él comienza a percibirse a sí mismo como uno más de los múltiples objetos que ocupan el mundo (Booth, 1987).

Según él, desde la aparición del sistema simbólico del lenguaje, el niño se prepara mediante el uso activo de éste y otros sistemas de símbolos para adquirir las operaciones mentales que le ayudan a comprender el entorno y actuar en él de manera lógica. Cuando el niño se inicia en el uso del razonamiento lógico-deductivo, sólo lo aplica a lo inmediato, lo observable, lo tangible. Sólo en la adolescencia temprana empieza a operar en el ambiente de manera hipotético-deductiva en ausencia de experimentación práctica. Entonces ya es capaz de sugerir posibilidades para enfrentar situaciones hipotéticas y concluir leyes con pretensión de universalidad (Rosas y Sebastián, 2001).

Sin embargo, la teoría de Piaget se concentra en el desarrollo del pensamiento formal lógico-matemático, que representa tan sólo una parte de lo que el niño utiliza para darle sentido a sus experiencias y a su mundo, e ignora el peso de otro tipo de funciones como las emociones, las actitudes, la imaginación y el lenguaje mismo. En la medida en que el pensamiento en ciencias sociales no se limita exclusivamente a plantear hipótesis, inducir, deducir, probar o crear nuevas leyes, hay que tener en cuenta otras dimensiones del desarrollo (Booth, 1987). El niño-científico social debe desarrollar desde muy temprano su capacidad para hacer preguntas basadas en el sentido común, la imaginación, los sentimientos y sus propias experiencias sociales, si queremos que llegue a interpretar y utilizar fuentes de información tan vagas e incompletas como el testimonio oral, las fotografías aéreas, los artefactos, el paisaje o la correspondencia. De acuerdo con Booth (1987), el uso de diversos tipos de fuentes (orales, escritas, iconográficas, primarias y secundarias), el juego de roles y las discusiones especulativas promueven, desde muy temprana edad, un genuino razonamiento histórico que hace que los estudiantes desarrollen diversos tipos de operaciones formales más allá de las categorías y etapas piagetianas. Si queremos lograr que la enseñanza de ciencias sociales adquiera relevancia en la vida de los estudiantes, contribuya activamente a su formación como ciudadanos comprometidos con la construcción de futuro y deje de ser un espacio de propagación de ideas terminadas, debemos abandonar el protagonismo que asumimos detrás de la cátedra y ubicarnos en el fondo del salón. Desde allí deberemos servir de guías, permitiendo que sean los estudiantes los encargados de la construcción de su propio conocimiento. Esto exige que nos embarquemos en una reflexión permanente en torno al quehacer; es decir, en  torno a los fundamentos mismos de la mirada pedagógica que nos orienta. No es fácil desprendernos de la ventaja que nos da el manejo de los contenidos, pero no debemos olvidar que la revolución pedagógica indispensable para que las ciencias sociales se conviertan en un verdadero motor de cambio supone concentrarnos verdaderamente en las necesidades de los estudiantes y en sus procesos de aprendizaje.


Referencias
  1. Boix-Mansilla V. & Gardner H. (1998). What are the qualities for understanding? En: M. Stone-Wiske (Ed.). Teaching for Understanding. San Francisco: Jossey-Bass Publishers.
  2. Booth, M. (1987). Ages and concepts: a critique of the piagetian approach to history teaching. En: C. Portal (Dir.). The History of Curriculum for Teachers. London: The Falmer Press.
  3. Brookfield, S. (1995). Becoming a Critically Reflective Teacher. San Francisco: Jossey-Bass Publishers.
  4. Bruffee, K. (1999). Collaborative learning. Baltimore: The Johns Hopkins University Press.
  5. Doppen, F. (2000). Teaching and Learning Multiple Perspectives - The Atomic Bomb. Washington: Social Studies.
  6. Ministerio de Educación Nacional. (2004). Estándares básicos de competencias en ciencias naturales y sociales. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional.
  7. Farris, P. (2001). Elementary and Middle School Social Studies. Boston: McGraw Hill.
  8. Gómez Buendía, H. (1998). Educación - La agenda del siglo XXI. Bogotá: PNUD y Tercer Mundo Editores.
  9. Levstik, L. (1997). Any History is Someone´s History - Listening to Multiple Voices from the Past. Social Education, 61, 48-52.
  10. Maypole, J. & Gray Davies, T. (2001). Students' perceptions of constructivist learning in a community college American History survey course. Community College Review, 29, 54-79.